Apriorismos y fundamentos sobre turismo
Vicente Nevárez Rojas
El mundo actual tiende a fijar en el marco del consumismo su supervivencia, en el entendido de ser éste, la solidez de la economía de los pueblos y, aunque compartámosla o no ésta posibilidad, debe preocuparnos, porque en la eventualidad de convertirse en vórtice, podríamos perdernos en nuestra frágil estabilidad social.
Visto así el espectro, producto de la globalización, se hace inexcusable tener como país, propuestas capaces de poder competir sin angustia en un mercado cercado por una producción mundial que nos absorbe a pasos agigantados.
Y el turismo, cuyos atractivos son recursos no perecible y fuentes inagotables de ingresos, es sin lugar a dudas, nuestra más fuerte y segura posibilidad, siempre que, identifiquemos con propiedad a todos los aspectos y, sobre todo, actores que hacen posible su desarrollo, dejando de aferrarnos a una promoción geográfica sin contenido y, más bien, articulando un régimen de conducción que haga eficiente y coherente su crecimiento. No hay duda que la promoción es un componente importante en el desarrollo del turismo, pero no su piedra angular.
La calidad de los servicios que ofrecemos está visible al recorrer el territorio nacional, pues la informalidad no atendida por el Estado, es la apreciación verdadera de nuestra realidad. Es allí donde asoman las precarias condiciones en las que servimos al visitante.
El territorio de nuestro país, debe ser reconsiderado desde el punto de vista antropológico, porque el comportamiento y forma de manifestarse de sus habitantes en su medio natural, da el marco que permite a los visitantes contemporizar ambiente-vida humana; se debe incorporar, por tanto, a las comunidades propiciándoles servicios que les sean rentables, que logren complacer al visitante percatado de un entorno que le brinda satisfacciones en medio de comodidades.
Si en verdad, es posible, que estemos frente a una educación deficitaria impartida en los centros académicos de donde egresan profesionales que tropiezan con una formación que no concuerda con las particularidades de servicio que requieren ciertos establecimientos turísticos, es mucho más grave la inexistencia de programas de capacitación a informales que son quienes atiende mayoritariamente al turismo interno.
Los atractivos se venden más que por sus atributos, por su capacidad para satisfacer las expectativas del turista y, nuestros atractivos naturales en su gran mayoría, no son sino potenciales productos turísticos, que hasta tanto no estén puestos en valor y debidamente asistidos con servicios, no podrán ser considerados productos capaces de ser ofertados.