VICENTE NEVÁREZ ROJAS
Uno de los aspectos poco discernidos que a la postre ha dado como resultado planteamientos que por su inconsistencia no aportan al verdadero desarrollo del turismo en el Ecuador, es el no reconocer que la territorialidad, es base fundamental que debe ser considerada como política de estado en este sector.
La concepción del espacio turístico, es en nuestro país como en cualquier otro, la distribución natural de los atractivos que se encuentran emplazados a lo largo y ancho del territorio nacional, cuyo orden y especificidad no necesariamente obedece a una región geográfica o política.
Es una concepción primaria, en todo caso, insuficiente para definir en su verdadera magnitud al espacio turístico, porque se hace inseparable la existencia del equipamiento de servicios, más la infraestructura básica, que son los complementos que permiten entender este concepto que, es en suma, el producto turístico.
Tal apreciación es válida y necesaria, porque sólo entonces, al separar a los atractivos naturales del equipamiento de servicios e infraestructura básica, sabemos con claridad que patrimonios turísticos posibles de ser ofertados tenemos, y que son aquellos territorios carentes de todo, que requieren de una urgente atención para enriquecer ese patrimonio.
Pero no todo espacio turístico es consustancial a la naturaleza, porque por oposición, contamos con el espacio turístico urbano que es el ambiente artificial creado y construido por el hombre -que tiene en un primer plano a la ciudad- que es por sí solo un atractivo turístico para aquellas personas cuya residencia habitual es otra.
El Espacio turístico es en primer lugar la consideración fundamental que nos permite desarrollar cualquier sistema. Puede ser natural o citadino, o mixto a la vez, no tiene necesariamente pertenencia regional o política, pero puede delimitarse su radio de influencia o adscribir algún segmento en un determinado ámbito jurisdiccional.
Es importante hacer notar, que el equipamiento adecuadamente concebido, es el componente que hace posible dar valor a un espacio natural, que antes, solo era un hermoso paisaje, y cuando estos espacios son diseñados armoniosamente, configuran un servicio de calidad que va de la mano del precio-beneficio que los consumidores asumen gustosamente, cuando éste supera sus exigencias.
Debemos desechar el círculo vicioso que insiste en mejorar lo existente sin dar cabida a un cambio de modelo dirigido a considerar todos los recursos naturales y culturales, procurando normas y procedimientos que se ajusten a las posibilidades y dificultades reales de todo tipo y característica.
El sistema vial terrestre ecuatoriano en su recorrido, permite apreciar paisajes naturales de incomparable valor que quisiéramos visitar, siendo entonces por tanto el espacio turístico, lo suficientemente amplio, en la medida que aprovechemos entornos de pueblos, caminos y ciudades.
Sólo si encontramos el equilibrio entre el espacio y la intensidad de ocupación, podemos implementarlo adecuadamente, según sean los gustos, preferencias, expectativas y capacidad de gasto del consumidor.
Haciendo posible un sistema turístico con capacidad de dar cobertura de servicio a todo atractivo que en un territorio dado se encuentre, cuantificando el esparcimiento y la recreación más que masificarlos cuidando los límites de admisibilidad, permitiríamos un verdadero desarrollo de esta actividad en beneficio de toda una comunidad.
Casi siempre aquellas iniciativas aisladas de proyectos turísticos no responden a los lineamientos de un plan, tienen la particularidad de ser más de tipo recreativo que turístico. Es un problema semántico, posiblemente, pero necesario de aclararlo. Veamos de la siguiente manera: Un parque temático o de diversiones, así como un complejo de esparcimiento que contenga lagunas, paseo a caballo, o paseos citadinos de alguna longitud, no dejan de ser componentes desagregados que responden más a intereses de inversión, que a ser parte de un sistema.